S. Clarós
Este
articulo reflexiona acerca de las coyunturas que dificultan hoy el
despegue de la economía digital hacia una nueva época de progreso y bienestar.
La
geoestrategia mundial, como trasfondo en la cumbre de la OTAN que se celebra en
Madrid con débiles resonancias del mítico “OTAN NO”, es la última entrega de
una serie de acaecimientos que, desde el colapso económico de 2008, la
posterior crisis social con turbulencia populista agravada por la Covid, la
guerra de Ucrania y ahora la tensión por las fuentes energéticas, recuerdan
sino replican episodios ocurridos en el anterior ciclo tecnoeconomico: en 1929 el
hundimiento de la bolsa desató una década entera marcada por el populismo y el fascismo,
desembocando en una guerra mundial, a la que le siguió el boom industrial de
los años 50 y 60 tras un gran pacto social en Europa y un plan de
reconstrucción, el European Recovery Plan, más conocido como Plan
Marshall. Con la vista puesta en el Green New Deal, y sumando
analogías con el ciclo anterior, ahora también “recuperación” es la palabra
mágica. La historia devuelve ecos del pasado con incierta regularidad cómo
episodios recurrentes que sugieren la existencia de patrones o secuencias de
acontecimientos con características similares.
Lo
que asemeja los tiempos históricos es la lógica en la que discurren, o sea,
mecánicas sociales, económicas y de otra índole que en circunstancias diversas
y cambiantes desencadenan respuestas iterativas. La más simple de esas
recurrencias seria la del movimiento pendular: una lógica binaria impulsada por
el principio de acción y reacción que se sucede en alternancia y regularidad.
Hay otras más complejas cómo los ciclos recurrentes del capitalismo. Descifrar
esas lógicas cobra interés en el momento presente, cuando el futuro amenaza
convertirse en derrotero intransitable, y toda orientación parece poca.
Explorando
la historia
Las
revoluciones industriales vienen marcando la cadencia y sucesión de acontecimientos
desde el siglo dieciocho. El economista ruso Nikolái Kondrátiev (1892-1938) fue el primero
en advertir coincidencia entre períodos de revolución industrial y ciclos
pendulares de expansión y encogimiento de la economía, que llamó ondas largas.
El también economista Joseph Schumpeter (1883-1950) profundizó en el estudio de
las fluctuaciones económicas, estableciendo una relación de causa efecto entre
las revoluciones tecnológicas y los ciclos u ondas largas. La escuela evolutiva
de Schumpeter argumenta que la economía está en un permanente equilibrio
dinámico, nunca definitivo, siempre en evolución, que oscila por los efectos de
la innovación científico-técnica y las interacciones entre los agentes
sociales, económicos, políticos…
La
economista neo-schupeteriana Carlota Pérez (Caracas, 1939) sostiene que el
progreso en las economías industriales capitalistas se ajusta a un patrón de
cambios pendular que oscila entre un crecimiento turbulento, promovido por el
capital financiero, y un crecimiento sosegado, liderado por el capital
productivo. Entre los dos periodos, en el punto medio, un episodio de crisis y
recesión. Es la gravedad de ese periodo de crisis la que induce cambios
relevantes en la forma de actuar de los agentes implicados, que acaban
reconduciendo una economía hiper-financiarizada o de casino, con grandes
burbujas especulativas, hacia la economía productiva, imprescindible para el
despliegue del nuevo paradigma tecnológico con creación de empleo y un periodo
dorado de bienestar. Venimos esperando ese despegue que no acaba de llegar.
De
ser cierto que existen patrones recurrentes, podría deducirse que la historia
tiene estructura, o que predetermina lo que va a acontecer. No es exactamente
así, pero lo que acontece responde a la interacción de unos actores que se
encuentran inmersos en procesos de cambio inducidos asimismo por dinámicas, más
o menos complejas que son el resultado de la irrupción periódica de
innovaciones científico-técnicas y del comportamiento del capital financiero en
las lógicas del capitalismo industrial global. El actual encadenamiento de
crisis: económica, social, política, sanitaria, energética, ambiental…que
parece no tener fin, es ese momento de inflexión entre el pasado de las
turbulentas aguas neoliberales con un caótico pinchazo de burbujas
especulativas, y el prometido periodo de recuperación del Green New Deal
con el “maná” de los fondos Next Generation-EU. ¿Podemos esperar ese eco
de la historia a modo de pronóstico en la actual revolución digital?
Mirando
hacia delante
Observando
el desarrollo sociopolítico en el entorno de la Catalunya, la España y la
Europa de la segunda década del nuevo siglo, quedaría justificado algún
escepticismo acerca de una rápida recuperación. Lo acontecido ante la crisis
del sistema que, con las burbujas financiera e hipotecaria había empobrecido
las clases medias, incrementado el paro y desahuciado a discreción a miles de
familias, acabó armando un conjunto de respuestas de castigo en las urnas a
políticos y partidos condescendientes con la corrupción, cómplices del
empobrecimiento y el aumento de la desigualdad. El desafecto a las
instituciones fruto de la indignación que plasmó el 15M (de 2011), recompuso el
mosaico político con desaparición de algunos partidos y aparición de otros
nuevos, al mismo tiempo que fue pasto de las llamas de un populismo creciente
con tintes nacionalistas y etnofóbicos. Nada nuevo que no haya ocurrido ya
antes en tiempos de convulsión y cambio de paradigma social o de sentido común,
cuando el miedo hace desaparecer la relación ética con los demás. Según Bauman,
el fantasma que recorre ahora Europa es el fantasma de la ausencia de
alternativas.
Las generaciones actuales
nunca vimos tantas crisis encadenadas en tan poco tiempo. Primero fue económica
y financiera, luego fue una crisis institucional sin parangón que cambió el
mapa político por el hartazgo ante la corrupción generalizada, la llamada
España vaciada, y el aumento de las tensiones soberanistas como la que dio
lugar al Procés per l’independència de Catalunya. Luego la pandemia, una crisis insólita,
inesperada, que paralizó la industria y las cadenas globales de suministro. Por
si fuera poco, una guerra en Europa que de rebote cambió la dirección de los
flujos energéticos mundiales, anticipando el riesgo de colapso ante la falta de
recursos minerales, que ha disparado el fantasma de la inflación. Todo ello
está retardando la esperada edad dorada que, a semejanza de los años del boom
industrial de mediados del siglo veinte, vislumbre tiempos de crecimiento y
bienestar, reconoce Carlota Pérez en su reciente artículo Una edad de oro largamente retrasada: ¿o
por qué ha durado tanto el “periodo de instalación” de las TIC. El
mundo se está asentando porqué la revolución digital lo está cambiando todo. De
ahí los temblores en la geoestrategia que remueve las aguas estancadas de la
OTAN. De ahí el tenso compás de espera en cada convocatoria electoral con el
alma en vilo en España a ver si resiste el gobierno de Sánchez, crece la
extrema derecha de VOX o el populismo se apodera también de los llamados nacionalismos
periféricos.
Pérez
cita diversos factores de contexto que singularizan, a diferencia de las
anteriores, la actual revolución digital. Factores cómo la entrada de la China en
la economía mundial que con su bajo coste de mano de obra habría alargado la
vida del modelo fordista de producción en masa. Y también la dificultad de
incorporar talento nativo digital en los lugares de decisión y poder empresarial,
el cual se acaba concentrando en juegos, criptomonedas o el metaverso en lugar
de resolver los problemas reales del medioambiente, los materiales, la salud,
etc. No obstante, a mi modo de ver, hay otro factor sobrevenido que es el fin
del crecimiento material de la economía. Un límite, que nunca antes había
condicionado el crecimiento. La contención material i energética a la que se va
a ver abocado el capitalismo industrial es un reto con el que nunca antes se
enfrentó el sistema, y que a mi modo de ver lo desarma. Ya estamos viendo cómo
el capitalismo digital en los países núcleo se ceba en las plusvalías de los
trabajadores de los servicios: riders, camareras de piso, cuidadoras,
trabajadores de plataforma y de la restauración y el turismo… en lugar de los
trabajadores manufactureros. El ciclo digital está cambiando algunas reglas a
las que se enfrentan ahora sindicatos y gobiernos para regular el vasto campo donde
ya está dando batalla la inteligencia artificial y las plataformas digitales.
Sólo un liderazgo público fuerte, fruto de un gran acuerdo o contrato social
entre ciudadanos, sindicatos, partidos políticos, empresas y financieros, podrá
fijar nuevas reglas de juego que permitan el despegue definitivo del paradigma
de la digitalización.
La
historia se proyecta siempre hacia el futuro con ondas que resuenan en momentos
de crisis. Existe una lógica cíclica que a modo de motor impulsa el progreso,
siempre sobre la base de la innovación, pero en las democracias también sobre
la base del acuerdo fruto del equilibrio resultante de fuerzas sociales en
tensión. Son ahora las organizaciones sociales con los sindicatos al frente quienes deben dar batalla para imponer la fuerza
del bien común ante las infinitas fuerzas centrífugas y los avatares de unos
tiempos que auguran crisis, pero también proyectan más que nunca la capacidad tecnológica
y la inteligencia social para construir el mañana.
Me he subido en los hombros de Bauman y Carlota, como lo hizo Newton. Es posible aprender de futuro emergente, con lo que Otto Scharmer acuñó como la Teoría de la U. Sin embargo, no se trata de una teoría que asocio al “pensamiento a priori” analítico. Se trata de lo que acuñé en Twitter como #APosterioriBehavior, o sea, el “comportamiento a posteriori” sintético.
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