Translate

dilluns, 4 de novembre del 2024

El temporal, Draghi y la industria del automóvil

 


S. Clarós


La fotografía del amasijo de coches arrastrados y amontonados nos enfrenta impúdicamente, como metáfora visual, a las contradicciones que escondemos bajo las alfombras de nuestro modelo de progreso”


La riada

El amasijo de coches arrastrados y amontonados en las calles por la fuerza del temporal en la Comunidad Valenciana es una de las imágenes impactantes que ha dejado el insólito paisaje de dolor y destrucción acorde con la física del modelo socio-económico industrial y de mercado que no es ajeno a la catástrofe. La fotografía atroz, que ha recorrido el mundo, es una metáfora visual del achatarramiento que produce nuestro modelo de crecimiento. Y nos enfrenta impúdicamente, a semejanza de las plantas de desguace de automóviles, vertederos y otros patios sociales traseros suburbanos, a su inconsistencia y a las contradicciones que escondemos bajo las alfombras del progreso y el bienestar.

Desde hace algunas décadas, que tomamos conciencia de la crisis ecológica, el mundo se debate entre dos fuerzas: una expansiva y otra de contención. La primera, construye en una senda de crecimiento que conduce al colapso. La segunda tiende a retener el caballo desbocado del capitalismo industrial mediante leyes, directivas y regulaciones para mitigar el cambio climático. Andamos simultáneamente caminos antagónicos, generando mucha confusión. Mientras España lidera en estos momentos el mayor crecimiento del PIB de la UE, la bronca política que no cesa y un cierto desánimo social advierten que nos encontramos ante un cambio de paradigma y de escala de los acontecimientos. Mientras tanto, una gota fría en el Mediterráneo occidental, en el levante español, y si se quiere en la huerta valenciana que surtía de cítricos y de vacaciones al Continente y ahora aspira a devenir motor industrial y de progreso con la industria del vehículo eléctrico (VE) en Sagunto, viene no a negar sino ningunear el tan recientemente aclamado informe Draghi que nos alecciona proponiendo una salida a la crisis industrial que se ve envuelta Europa.

El informe Draghi

El cambio de paradigma y de escala revela el nuevo contexto geopolítico: la quiebra de las normas que regían el comercio mundial en tiempos de globalización con vuelta a los aranceles y redireccionamiento del transporte marítimo desde los peligrosos estrechos a las desheladas rutas árticas, al tiempo que dinamitan gaseoductos; Un nuevo mapamundi de la energía renovable y de las materias primas redistribuye pesos y alianzas estratégicas; Una nueva bomba demográfica con oleadas migratorias que sacude las fronteras del mundo económicamente desarrollado. En ese contexto, el informe Draghi para una UE más competitiva trata de como Europa debe reaccionar ante los competidores y principales actores mundiales, China y EEUU, para no perder el tren del cambio de modelo industrial. Enumera como debilidades la fuerte dependencia de materias primas, sobretodo energéticas y de minerales críticos que nos desventaja frente a EEUU y China; la brecha tecnológica abierta respecto de los países asiáticos tras años de deslocalización productiva; o la falta de agilidad y cohesión política de la UE en contraste con unas administraciones, americana y china, mucho menos escrupulosas en materia social, democrática y ambiental y más determinadas en lo económico. El informe, que se propone interrogar nuestro modelo productivo, debería concitar alguna reflexión que trascienda la simple actualización del programa de reindustrialización y crecimiento. Descarbonizar mientras se mantiene la competitividad industrial, aumentando la productividad sin incrementar la intensidad material y energética, son preguntas que no responde Draghi. ¿Cual es el sentido y el valor social que debe orientar las economías europeas más allá de competir? ¿Se pueden apaciguar tensiones geopoliticas sin reducir la dependencia de materias primas críticas, blindándonos ante la inmigración y sin combatir la desigualdad? Más preguntas sin respuesta.

La industria del automóvil

El coche destaca visualmente en la fotodrama de las embarradas calles valencianas, y no es casual. El sector del automóvil, que en 2021 representaba entorno al 10% del valor añadido bruto del sector manufacturero de la UE y el 8% del empleo, es uno de los espejos donde se refleja la merma competitiva de la industria europea. El Sector se ve ahora lastrado por el retraso tecnológico respecto de la industria China de VE, tanto en fabricación de baterías como electrónica embarcada. En los últimos 5 años China se ha convertido en el primer fabricante y exportador de VE con más de 1,5 millones de unidades. La ventaja competitiva de los VE chinos y sus exportaciones se sustentan en: menores costes de producción, subsidios gubernamentales fuera del amparo de las normas internacionales, y la adopción temprana del VE en el propio país. Los aranceles ahora impuestos a las importaciones chinas para proteger nuestra industria europea, de la que España es el segundo fabricante en importancia, amenaza con agravar el conflicto comercial. De momento el mayor fabricante europeo, el grupo Volkswagen, se plantea cerrar fábricas en la misma Alemania, con efectos más que probables en la producción de Seat en Martorell. Cabe preguntar si los europeos estamos aprendiendo algo de las crisis que venimos afrontando hace ya más de una década.

En octubre de 2019, un informe de CCOO, Metamorfosis y Renacimiento del sector de la automoción en Catalunya. Como afronta el sector la revolución de la movilidad sostenible, anticipaba cual era la dirección y la magnitud percibida de la transformación: “El sector del automóvil transita hacia nuevos escenarios tecnológicos, así como de concepto y sentido de su razón de ser. La industria se enfrenta a una reconversión que no es solo tecnológica sino de modelo de negocio. La centralidad del negocio tiende a desplazarse de la producción en masa de vehículos hacia el abastecimiento de servicios de movilidad”. Sin embargo el Sector sigue anclado en el modelo tradicional de fabricación y venta masiva a pesar de que la tectónica que sacude al sector de la automoción tiene su epicentro en un cambio de valores impulsado por la conciencia medioambiental, la cultura digital, los nuevos hábitos de movilidad entre las generaciones más jóvenes y las regulaciones nacionales y supranacionales. Todo ello da por tierra con el objeto icónico del deseo masculinizado de las sociedades industriales interclasistas del siglo pasado que fue el automóvil.

Aprender de la história

La fotografia de la riada explica el modelo ya caduco, donde el automóvil es protagonista invadiendo el espacio urbano ante una red de transporte público metropolitano, en el caso de la conurbación de Valencia, incapaz de articular e irrigar los núcleos urbanos. Ese modelo es el dominante en la mayoría de la ciudades españolas más que las centroeuropeas. A ello se añade la fiebre constructora de los últimos decenios, primando el negocio antes que la seguridad, que ha ocupado imprudentemente los cauces de rieras y desguaces naturales, y ha llenado de hoteles y urbanizaciones la línea litoral desoyendo la anunciada amenaza del aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos.

En Europa y América, el declive empezó cuando la rentabilidad de los negocios industriales disminuyó por una triple presión: el encarecimiento de las materias primas, especialmente el petróleo. Por la presión de los salarios ante el aumento del poder negociador de los trabajadores en el sí de la empresa. Y la presión fiscal también en aumento con el fin de financiar los servicios públicos dirigidos mayoritariamente a las clases medias y trabajadores industriales. Por aquel entonces, años 80, soplaban vientos neoliberales. Los profesores Antonio Martín Artiles (UAB) i Pere Jódar(UPF), explicaban la descentralización productiva: «el capital ha optado por obtener mayor movilidad y flexibilidad frente al Estado y las relaciones laborales, con el objetivo de recomponer las relaciones de fuerza. Esto es: gobernabilidad en la empresa, flexibilidad en el mercado de trabajo y recuperar la tasa de ganancias». El neoliberalismo extendido por Occidente desregulaba el mercado laboral para anular la fuerza sindical y hacía recortes y privatizaciones en la educación y la sanidad. Al tiempo que las empresas industriales desplazaron la producción más intensiva en mano de obra a terceros países con costes inferiores. Entrados los 90, las empresas europeas deslocalizaban las manufacturas al continente asiático, y Volskwagen, líder de automoción en Europa, exprimía los últimos réditos de los motores diésel como si se tratara de la gallina de los huevos de oro, aun a sabiendas de su obsolescencia. Mientras tanto, chinos, coreanos, taiwaneses… reinventaban, esta vez no desde un garaje en Nagoya o San Francisco sino a pié de fábrica, replicando la tecnología occidental, abriendo camino a la nueva tecnología con las baterías de ion-lítio, los semiconductores de alta integración, paneles fotovoltaicos, pantallas planas con tecnología CMOS, y más. Hoy llevan una ventaja tecnológica ya inalcanzable para la vieja industria europea.

El mensaje de Draghi hay que interpretarlo en clave de cambio de modelo. La industria europea del automóvil no podrá competir en fabricación con la industria china sino es con una reconversión hacia un nuevo modelo de movilidad sostenible enfocada a la fabricación local de vehículos e infraestructuras de transporte público colectivo. Un modelo de economía circular que en lugar de fabricar, usar y achatarrar, dé segundos usos a los vehículos, recicle las baterías y todos sus componentes. Un modelo de uso no de propiedad del vehículo sino de alquiler del servicio que presta. Políticas de reducción del transito privado en beneficio del transporte colectivo y de la mejora ambiental en las ciudades. Mayores inversiones enfocadas a la investigación en nuevos materiales que sustituyan a las tecnologías actuales. Políticas urbanísticas responsables que consuman menos territorio con núcleos urbanos conectados y articulados con infraestructuras de movilidad, suministro energético y de agua, que no sobrepase las capacidades del territorio. Europa puede y debe reindustrializarse pero abandonando los viejos modelos de progreso que nos han llevado hoy al borde del colapso.





diumenge, 15 de setembre del 2024

La Nostàlgia com a síndrome del temps

 


S. Clarós

La nostàlgia en temps de transició, a partir d’alguns assajos i reflexions recents.


L’enyor

Així, pare, no tornarem a venir mai més? No, vaig respondre: ja no tornarem! A l’instant se li ennuvolà la mirada vessant silencioses llàgrimes galtes avall. Va ser l'última vegada que vam anar a la casa d’estiueig familiar per recollir les darreres coses i retornar les claus a la propietària que havia decidit no renovar el lloguer. Després de 37 estius, la memòria i els afectes de la infància i l’adolescència se m’apareixien com un àlbum de fotografies desordenat: una infància feliç envoltada de pins i camps groguencs esquitxats de roselles. Bicicletes, voleteig de papallones, el so esquerdat d’un tocadiscos i el perfum del primer petó una nit de Sant Joan... M’envaïa l’enyor. Les meves llàgrimes mal contingudes, com les del nen que veu amenaçats els seus escenaris de referència, temen la desaparició d’un ordre, d’una manera d’explicar-me a mi mateix, d’un context de vida que embolcalla o tal vegada empresona els meus sentiments. La melancolia és al cap i la fi el sentiment d’una pèrdua.


Revisitada la casa uns anys més tard -m’hi portava no sé què que no vaig poder evitar- la vaig trobar abandonada, buida, sense vida. Enlloc d’horts ara hi havia cases. La pineda semblava més un parc que un bosc on jugar i fer cabanes, i el camp de blat estava travessat de carrers asfaltats. La casa era la mateixa, si, però res del que veia i sentia al meu voltant em despertava cap emoció. L’objecte de la nostàlgia no era allà! El seductor objecte de la nostàlgia és molt esmunyedís: «A primera vista la nostalgia es la añoranza de un lugar, però lo que se anhela en realidad és un tiempo diferente – el tiempo de nuestra infancia, el ritmo más lento de nuestros sueños-» (El futuro de la nostalgia, Svetlana Boym, A. Machado libros, 2015). El que jo anhelava era un temps desaparegut, segurament idealitzat, que ja no existeix i és impossible recuperar perquè tal vegada no va existir mai com jo el recordava. En aquesta extensa dissertació entre nostàlgia i modernitat, la catedràtica de literatures eslaves de Harvard afirma que no sentim nostàlgia del passat real, sinó de com podia haver sigut, que ens porta a projectar en el present un passat perfecte, un país ideal, la família de la infantesa i una naturalesa pura, però en realitat res va ser com hem imaginat.


El nen tenia la mirada fixada a la cistella de basquet que penjava d’una paret al jardí on havia passat llargues estones llançant la pilota. Talment com si estigués acomiadant-se d’allò que més estimava. Les llàgrimes del nen són de protesta davant l’amenaça de cancel·lació del joc, de la celebració d’aniversaris en família, dels capvespres amb l’avi regant l’hort, la tempesta d’agost sota una cortina d’aigua que s’escola teulada avall. El vaig enlairar agafant-lo per les cames fins la cistella per prendre la xarxa com a record. Ho havíem vist fer a jugadors professionals a la televisió. Què seria de la memòria sense l’objecte, la textura, l’olor, la possessió... L’objecte ens construeix. Ens posseeix? La casa és l’objecte. Però, el que m’havia portat de nou a la casa ¿era el rastre d’un temps feliç, d’una família completa i d’un entorn natural que ja no existeixen? Sense ser-ne molt conscient intentava enterrar el sentiment de tristesa davant l’anhel impossible de retornar a la pàtria natal. A la llar.


La imatge cinematogràfica de l’enyorança, diu Svetlana Boym: «es la doble exposición o la superposición de dos imágenes -la del hogar y la del extrangero, la del pasado y la del presente, la del sueño y la de la vida cotidiana. En el momento que intentamos reducirla por la fuerza a una sola imagen se rompe el marco o se quema la superfície». Les imatges del passat i del present no trobaven encaix en l’objecte del meu enyor. Més aviat tenien a veure amb el subjecte: amb mi mateix. La pel·lícula recent de Dani de la Orden, Casa en flames, recrea la nostàlgia en una metàfora perfecta de l’objecte perdut: només valorem de veritat allò que anhelem davant de la pèrdua de l’amor, la família, la llar, el futur, la possibilitat de ser feliç. El retorn impossible a la casa familiar d’estiueig és dramàticament recreat enmig d’un incendi tant destructor com reparador. L’al·legoria cinematogràfica de Casa en flames serveix per desemmascar l’atractiu seductor i alhora trampós de la nostàlgia. El darrer treball de la filòsofa Clara Ramas, que ressegueix a Marcel Proust: El tiempo perdido aprofundeix en la gramàtica de la nostàlgia. «El melancólico interpreta la pérdida como si una vez hubiera poseído un objeto y luego lo hubiera perdido. El melancólico considera que el objecto perdido fué una vez positivamente existente y plenamente poseído, sin comprender que el objeto se anhela porque nunca estuvo, porque nunca se tuvo» (El tiempo perdido, Clara Ramas, Arpa, 2024).


Melancòlics i nostàlgics

Clara Ramas recorre a Freud per reconstruir el procés de la melancolia quan es desitja o estima un objecte o persona que es perd. El melancòlic, que en realitat està aferrat al seu desig de possessió, ha identificat la persona o objecte perdut amb el seu propi jo, de manera que la seva pèrdua es converteix en una pèrdua del jo. Amb l’orgull ferit pel greuge de la pèrdua, de l’abandó, el melancòlic s’enganya a si mateix respecte del seu desig. «A los melancólicos no les importan los otros ni les importa el mundo: principalmente les importa su pròpia estima». El que vol salvar el melancòlic no és l’objecte sinó ell mateix, conclou la filòsofa.


És el sentiment de pèrdua, d’inseguretat i temor al futur, la síndrome d’aquest temps crepuscular de crisi ecològica, globalització desposseïdora, de guerres, pandèmies...? ¿És la síndrome de la nostàlgia qui empeny l’individu al lament i l’enyor de velles veritats i tradicions més que no pas a la utopia i la fe en un futur de progrés? Aquesta professora de filosofia de la Universidad Complutense explica que el malestar cultural davant un món que es percep amenaçat està propagant per contagi la malenconia dels reaccionaris que enyoren una edat daurada: la pàtria, l’ordre, els rols de gènere i de classe, la vida millor dels nostres pares, la tradició... La nostàlgia reapareix com mecanisme de defensa en una època d’acceleració del ritme de vida i d’agitació històrica en un món en transició que ha esdevingut insostenible i hom percep la imminència d’un final.


La filòsofa Marina Garcés diu que ens trobem en una crisi de final d’època, escenari de les incerteses que impregnen un sentiment de pèrdua que sumeixen l’individu en una complexitat extenuant. Segons Garcés aquesta societat ha assolit una condició pòstuma amb la imminència d’un final de la civilització del creixement i del progrés. ¿Fins quan? es pregunta: “fins quan viuré amb la meva parella?, fins quan hi haurà pensions? Fins quan Europa continuarà sent laica, blanca i rica? fins quan hi haurà aigua potable? Fins quan creurem encara en la democràcia?” (Nova il·lustració radical, Marina Garcés, Anagrama, 2017). En la cosmovisió postmoderna del temps líquid, Zygmunt Bauman advertia ja que la fragilitat i esquinçament constant fa que entre la ciutadania habiti un sentiment col·lectiu de desubicació i desconcert respecte del futur i de profund malestar i desesperança: «El futur s’ha transformat i ha deixat de ser l’hàbitat natural de les esperances i de les més legítimes expectatives per convertir-se en un escenari de malson» (Retrotopía, Zygmunt Bauman, Paidós, 2017). Aquest escenari arriba al seu clímax els anys posteriors a la crisi econòmica de 2008, quan el sentiment popular mobilitzat pren les places expressant l’enuig pel fracàs de les institucions a l’hora de vehicular les demandes de la gent i donar-hi resposta. El trencament de la promesa de la modernitat d’una vida millor en termes materials, polítics i personals, viscut com un frau o una derrota, genera malenconia i ressentiment. La malenconia ens encadena a allò que hauria pogut ser» diu Garcés en un breu assaig (El temps de la promesa, Anagrama, 2023). Nostàlgia i ressentiment són els símptomes de la humiliació que han provocat les promeses trencades d’una vida millor, més feliç i més justa. Són les patologies de la promesa incomplerta. 


Els populismes i nacionalismes excloents no paren de créixer i guanyar escons als parlaments, ara també a Austria i Alemanya. El triomf d’Alternativa per a Alemanya a les darreres eleccions a Turingia i Saxonia, que bé podria ser el triomf -diu Enric Juliana a La Vanguardia- dels que senten nostàlgia de l’autoritarisme nazi en l’antiga Alemanya de l’Est, és una evidència més de que el discurs negacionista, maximalista i mentider és versemblant per a àmplies capes de la població quan aquestes se senten amenaçades i cedeixen a l’emoció contra la raó. Rebroten en el sí de les economies capitalistes industrials durant els períodes de recessió de cada cicle tecnoeconòmic. És un fet recurrent en moments crepusculars com l’actual quan mor un cicle i les seves tecnologies, junt amb les idees, els valors i el sentit comú que el va fundar, però encara no es fa del tot evident una nova síntesi creïble capaç de projectar confiança i esperança en un futur de progrés. Llavors reapareix inevitablement la nostàlgia com a mecanisme de defensa en la falsa esperança de reconstruir una llar ideal que mai va existir. Aquesta és la síndrome del nostre temps. 


L'odi i la confrontació política sistemàtica que propaguen els populistes, agitant les passions per sobre del pensament crític i la racionalitat, s’ha allotjat també a les nostres institucions. Aprofitant el moment d’incertesa, els populistes propaguen una anàlisi simplificada i unes solucions contundents i miraculoses per mitjà d’una retòrica incendiària que, malauradament, troba receptibilitat en la profunditat del sentiment humà. El líder de la França Insumisa Jean-Luc Mélenchon diu que la política no es fa només amb idees; també es dirimeix en l’àmbit de les passions. Però sobretot es dirimeix en l'àmbit dels interessos. Els nostàlgics portaveus de la involució, que són els portaveus de les classes propietàries, continuen preguntant-se «què és bo per al desenvolupament del sistema?» Tenen nostàlgia del sistema. Però només hi ha una forma de salvació, que és preguntar-nos «què és bo per a l’home?» Per a totes les persones. I la resposta cal construir-la, formular-la a cada moment, a cada lloc, des de cadascú. Des de la raó i el pensament crític. No hi ha retorn a una època daurada per a tots els homes perquè mai va existir. 


divendres, 29 de març del 2024

Hard Rock: símptoma d’una anomalia




S. Clarós



Corrien temps post-olímpics a la Barcelona que encarava la fi del mil·lenni endeutada pel titànic esforç de projecció internacional de 1992. L’alcalde Maragall s’havia embolicat amb la construcció de les Rondes. Calia llevar la via de tren del litoral per girar la ciutat cap al mar, i enderrocar algunes fàbriques entre la Barceloneta i el Besòs. Catalana de Gas (ara Naturgy) i Macosa eren les dues gegantines factories del litoral. Tothom al Poblenou havia treballat o tenia un parent a Can Girona, l’antecessora de Macosa i alhora hereva de la vuitcentista Foneria del Remei, excelsament narrada per Julià de Jodar a la novel·la El metall impur. Mentre els pares del Model Barcelona rumiaven com rematar l’eixample en el límit nord-oriental a la riba del Besòs, potser rememorant el caràcter policèntric i estructurador del nonat pla noucentista del gran urbanista francès Léon Jaussely, inversors de l’altre banda de l’atlàntic havien ja testat la zona de Diagonal Mar proposant un desenvolupament urbanístic americanitzat i anodí. La immobiliària texana Kepro, del grup financer Kemper Corporation, havia desembarcat a la ciutat amb milers de milions de dòlars per invertir en un projecte urbanístic d’ambició i dimensió inèdita aprofitant que la nau de l’ajuntament tenia pana per l’endeutament dels Jocs i anava a la deriva exposada als corrents del capital financer global. Oficines, hotels, habitatge de luxe -del despatx d’arquitectura de Ricard Bofill- i un centre comercial, a més d’un gran parc, encarregat finalment al malaguanyat arquitecte Enric Miralles. Diagonal Mar, fruit de la megalomania d’alguns i la complicitat de molts, acabaria destapant un femer de corrupció amb implicació d’empresaris, jutges, inspectors d’hisenda, advocats, polítics i oportunistes amb propòsits inconfessables.

***

L’home d’afers que representava el capital ianqui a Barcelona es feia dir John Rosillo. Un hispano-mexicà «gras, impetuós i vestit amb una estrafolària americana daurada», segons la descripció d’aquell moment de John Lee Anderson al magazín The New Yorker, que estava ben relacionat amb esferes de poder i amic de Josep Pujol Ferrusola amb qui tenia negocis immobiliaris a Panamà. Rosillo i els exdirectius de Macosa, Eduardo Santos i Federico Albiñana, amb qui estava conxorxat, van oficiar la compravenda dels terrenys a través d’una empresa instrumental. Per eludir responsabilitats van fer signar els documents a una persona amb discapacitat per valor de 12.500 milions, estafant 1.000 milions a Hisenda. El valor real dels terrenys, segons una auditoria, superava els 30.000 milions. Finalment van intentar desfer-se de l’indigent que van facturar a Caracas d’on en va sortir miraculosament il·lès després de vagar uns dies amb parracs per un suburbi de la ciutat. Llavors es va descobrir tot. L’any 2002, el Tribunal Suprem va condemnar John Rosillo a més de 5 anys de presó i una multa de 3.500 milions de pessetes per tres delictes fiscals relacionats amb aquella compravenda. Els ex-directius i administradors de Macosa van ser també condemnats per apropiació indeguda i frau fiscal. El jutge instructor d’aquell cas, Lluís Pascual Estevill, veient l’indici de delicte, va ordir una trama junt amb l’advocat Joan Piqué Vidal (amic del president Pujol i l’advocat en el cas Banca Catalana) per extorsionar presumptes delinqüents a qui estalviarien la presó a canvi de diners, fets pels quals acabarien també tots dos a la presó. I per si això semblés poc, l’inspector d’Hisenda Álvaro Pernas, també aprofitaria per exigir a Rosillo 50 milions de pessetes a canvi de silenciar el que havia descobert durant la inspecció fiscal de la firma Kepro, promotora de Diagonal Mar. L’estrafolari, vanitós i corrupte Rosillo ho va denunciar, ventilant els tractes de favor fiscal al sector immobiliari català –conegut com el Cas Hisenda- en les persones de Josep Lluís Núñez (Núñez y Navarro) i Baltasar Aznar (Metro 3). A l’inspector Álvaro Pernas li van caure 10 anys de presó que no va complir perquè va fugir a Cuba. L’expresident del Barça Josep Lluís Núñez i el seu fill, també condemnat, no van ingressar a presó fins el novembre de 2014 després de quasi dos dècades de recursos intentant evadir la justícia. A les llotges del Bernabeu i del Camp Nou, freqüentades per polítics, empresaris i vividors, s’hi transaccionava més que al parquet de la Borsa. El futbol té ànima de bolero: el president de la real federació espanyola, Angel Maria Villar, va ser detingut per corrupció el 2017. El seu successor, Luís Rubiales, en un estat gairebé d’ingravidesa que no li permetia controlar els seus instints més bàsics ha acabat caient primer víctima d’un petó, però el més gros està encara per venir. Igual que el desenllaç del cas Negreira que implica l’actual president del Barça Joan Laporta. El pas de la glòria a la presó, com s’ha vist, és una qüestió de temps.

Rosillo disputava en fatxenderia amb un altre polèmic financer, Javier de la Rosa, amic i protegit del president Pujol. Amistat que, apuntalada per complicitats financeres i secrets inconfessables, s’enfonsaria quan assetjat per la justícia va declarar a la policia (Udef) que Pujol tenia comptes a l’estranger, encara que després ho desmentiria. De la Rosa era conegut per l’escàndol del cas Torras-Kio en el qual es va apropiar presumptament de 500 milions de dòlars. També pels embolics de la clínica Teknon que gestionava la seva dona Mercedes Misol, i l’estafa de Gran Tibidabo, empresa que va descapitalitzar en benefici personal. Era l’any 1995 i, malgrat que havien arribat presumint amb la fastuositat de mister marshall, Kepro va fer suspensió de pagaments. El projecte llavors va ser recuperat per la gestora de fons immobiliaris Hines (EUA) qui va reprendre el macroprojecte de Diagonal Mar, redefinint-lo per major humiliació dels gestors municipals. L’Ajuntament, agenollat davant la voluntat del capital americà, es va haver d’empassar les condicions del nou promotor que volia elevar el sostre residencial negant-se a fer ni un sol habitatge social. Després d’anys fugat de la justícia espanyola amb una ordre de cerca i captura internacional, Rosillo va aparèixer mort per causes no aclarides l’octubre de 2007 en una habitació de l’hotel Ambassador de Ciutat de Panamà, just quan es disposava a declarar, per horror d’alguns prohoms del món de la política i els negocis a Catalunya. Rosillo va ser testaferro de la família Pujol, amic de Macià Alavedra i Lluís Prenafeta, condemnats tots dos en el cas Pretòria el 2009 per corrupció urbanística i tràfic d’influències junt a l'exalcalde socialista de Santa Coloma de Gramenet Bartomeu Muñoz.

***

L’ordre del New Deal s’havia acabat. El neoliberalisme galopava exalçant la globalització, el lliure comerç i la lliure circulació de capitals, béns i persones. La desregulació intentava evitar que els governs interferissin en el funcionament dels mercats. L’industrialisme creixent acabada la Segona Guerra Mundial donava ja signes d’esgotament per l’encariment del petroli i la ferotge competència d’economies emergents conegudes com els tigres asiàtics. La irrupció del microprocessador inaugurava la era digital que ho canviaria tot, però encara no. A Catalunya, mentre que el Instituto Nacional de Industria (INI) malvenia Macosa i La Maquinista a la francesa Gec-Alstom, en el que serien les acaballes del procés de liquidació de la dura reconversió industrial iniciada els anys 80 sota el govern de Felipe Gonzalez. Mentre les empreses industrials multinacionals acomiadaven centenars de milers de treballadors arreu del món, i a Espanya deslocalitzaven la producció a països tercers. Mentre el sòl vacant de Macosa i Maquinista acabava transformat en terciari (sengles Centres Comercials) donant la raó als que deien que la indústria formava part ja del passat, i les inversions es dirigien als sectors immobiliari, d’oci i turisme. I la banca financera dels EUA ja començava a empaquetar crèdit hipotecari d’alt risc sense preveure i ni tan sols imaginar el desastrós final de les hipoteques subprime... personatges enlluernadors com John Rosillo o Javier de la Rosa, eren respectats, admirats i es passejaven per les passarel·les mediàtiques amb el beneplàcit del poder. A Espanya hi ha molts casos paral·lels com els banquers Mario Conde, Rodrigo Rato, Miguel Blesa, i homes de negocis com Carlos Fabra, Gerardo Díaz Ferran o Jesús Gil, a més de polítics (Gürtel, Púnica, Kitchen) sense citar noms perquè la llista seria inacabable.

Ells representen el temps de l’especulació, la corrupció i la passió desvergonyida gestada durant les dècades neoliberals, un període recurrent en els cicles tecnoeconòmics. L’economista i professora Carlota Pérez, explica a Revoluciones tecnologicas y capital financiero (2002) el fenomen provocat per l’excés de capital financer que anomena «la Edad de oropel»: una falsa època daurada conseqüència d’un sistema financer desbocat que busca invertir en alternatives a un model industrial agonitzant, amb rendiments decreixents, quan el paradigma tecnològic toca a la seva fi però les innovacions, en aquest cas l’emergent digitalització, no arrossega encara prou confiança, com demostraria el bluf de les empreses punto-com a començament de segle. La corrupta aliança embogida pels diners entre financers i polítics acaba provocant el desacoblament entre el capital especulatiu i el substracte productiu de l’economia real, i comença un desenfrè que es realimenta creant una bombolla financera que creix desaforadament fins col·lapsar. Oropel bé pot significar «riquesa de paper». És a dir, més economia de casino que economia productiva. És la història del període preolímpic fins l’enfonsament econòmic de 2008, que ajuda a explicar alguna cosa, com s’anirà veient, del Hard Rock.

L’any 2012, en el pou de la crisi econòmica, quan a Catalunya es batien rècords d’expedients de regulació d’ocupació i també desnonaments de famílies que no podien fer front a les seves hipoteques, el govern d’Artur Mas es va capficar amb la cerca d’inversió estrangera per fer créixer el sector turístic català. Mas es va entrevistar al palau de la Generalitat amb el magnat californià Sheldon Adelson per atraure Eurovegas, un projecte turístic d’oci i casinos al voltant de Barcelona. Mentrestant als EUA Obama mirava de remuntar la profunda crisi de les subprime. Obama afirmava en el discurs de l’Estat de la Unió (2012): «Mi agenda para la recuperación económica comienza por las manufacturas» amb clara voluntat de promoure la relocalització de l’activitat manufacturera que, com Europa, els EUA havien externalitzat a països asiàtics. Artur Mas tampoc va ser sensible a les comunicacions de la Comissió Europea d’aquell mateix any: «Europa tiene que invertir la tendencia al declive de su industria para afrontar el siglo XXI» (COM 508). El govern de la Generalitat va prestar poca atenció el desembre de 2012 a la delegació dels sindicats, les organitzacions patronals, col·legis professionals i Universitats que, des del Paranimf de la UB i amb el lema «Més Indústria» demanaven inversió pública i polítiques de reindustrialització per sortir de la crisi. El President estava convençut que amb la inversió dels americans: prop de 7.000 milions en infraestructura turística amb hotels, casinos, centres de convencions, palaus de congressos, restaurants i centres comercials, Barcelona es convertiria en la primera destinació turística de la Unió Europea, i a més desbancaria Madrid que rivalitzava per obtenir el projecte. La negociació amb Adelson va fracassar, i el projecte se’n va anar a Madrid que oferia Alcorcón per construir la ciutat dels casinos, que no s’acabaria fent. D’aquella delegació de «Més Indústria» que era la veu de la ciutadania i dels sectors econòmics, del treball i el coneixement, en va sortir 5 anys més tard (2017) el Pacte Nacional per a la Indústria, que encarrilaria la política industrial amb l’objectiu de fer créixer el sector per sobre del 20% del PIB. L’objectiu, en definitiva, que Mas no va atendre era deixar enrere l’economia de casino i tornar a l’economia productiva amb fort lideratge polític i econòmic dels Estats, allò que Mariana Mazzucato anomena «l’estat emprenedor». El govern de Convergència i Unió lidiava en aquell moment amb l’assetjament dels indignats al Parlament de Catalunya, conseqüència del 15M, i no havia entès encara quin era el canvi de guió que estava apunt de succeir. I menys encara que la màquina de progrés no era el sector turístic i d’oci sinó l’industrial i tecnològic.

***

L’anomalia és que, més enllà de l’edat d’oropel (reialme de la corrupció), un cop superada la recessió econòmica, i al punt d’enfocar un nou contracte social que conciti un consens per transformar el model econòmic cap a l’economia real, persisteixi encara en esferes del poder polític i empresarial català la febre del maó, els casinos i el turisme de masses. La pandèmia de la Covid va deixar a terra les flotes de les companyies aèries que van ser rescatades de la ruïna amb diner públic dels estats. Els bancs que havien concedit alegrement hipoteques i crèdits temeraris també van ser rescatats amb diner públic. El canvi climàtic ja havia encès totes les alarmes a l’Acord de París amb l’objectiu de limitar l’escalfament global. La Covid va fer veure la necessitat de relocalitzar manufactures i béns essencials. La sequera persistent i els meteors extrems han descobert la fragilitat de les economies que sobrepassen els límits físics i operen al marge de la sostenibilitat. La sobredimensió, la banalitat i l’explotació de recursos escassos que precisava Eurovegas, afectant 800 hectàrees del Parc Agrari del Baix Llobregat, saturant el territori metropolità i explotant uns recursos hídrics i energètics escassos, va generar un moviment popular d’oposició al projecte. Descartat Eurovegas, Artur Mas va intentar reproduir-lo als terrenys propietat de La Caixa a Vila-seca i Salou annexes a Port Aventura que s’anomenaria Barcelona World. L’obsessió pels casinos i els parcs temàtics recordava el reguitzell de «pelotazos» al llevant peninsular: Marina d’Or, la Ciutat de les Arts i Terra Mítica, entre altres, que ens haurien de posar sobre avís. A Catalunya, Grand Tibidabo de Javier de la Rosa, empresari exemplar segons Jordi Pujol; Diagonal Mar amb les aventures i desventures de Rosillo amb complicitats des del poder polític; També Eurovegas del magnat Sheldon Adelson; el parc temàtic Barcelona World, succedani made in La Caixa; o Hard Rock, l’enèssim intent a Tarragona, són versions de la mateixa cosa: l’economia de casino tant en el sentit literal com metafòric, sinònim d’economia especulativa, i la causa d’una futura recessió que, com diu l’economista i cunyat de Jordi Pujol, Francesc Cabana, ve provocada per l’estupidesa humana fruit de la supèrbia. La gran qüestió: l’economia al servei de fer diners o béns? La gran insistència en el casino és la prova fefaent de que hi ha més inversionistes que bons projectes, la finalitat dels quals és obtenir quantiosos rendiments abans que construir alguna cosa raonable, útil i justa.

Al Hard Rock se li poden posar tots els matisos que es vulgui i treure-li ferro a la qüestió del joc perquè al final el negoci són els serveis, els hotels, les urbanitzacions, el comerç... Es pot al·legar el benefici de la creació de llocs de treball, per més que de poca qualitat. Pot servir d’excusa per fer descavalcar una legislatura no aprovant els pressupostos amb la certesa que d’un gran mal en surt sempre un gran bé. Però no és el model que s’ha d’impulsar peti qui peti des d’un govern que té per missió i prioritat reindustrialitzar el país i promoure una economia productiva, descarbonitzada i ambientalment sostenible. Si hem après alguna cosa del passat, i per això m’he estès en el relat de la Catalunya i l’Espanya del «pelotazo», sabrem que Hard Rock no és una inversió sinó una aposta. Com diu un amic, només s’aposta als casinos. En la vida el que val és el treball i l’esforç. El deure dels representants de l’Estat (la Generalitat) és treballar pel bé comú i defugir la temptació d’individus amb moltes penques i molt baix concepte moral moguts per la cobdícia. Al capdavall, vista l’experiència, cal pensar que tant els polítics com empresaris o financers defensors dels miracles econòmics, que passegen el glamour per les passarel·les del prestigi aclamats avui pel poder, poden ser amb molta probabilitat els corruptes, condemnats, empresonats o fugits de la justícia de demà.

dimecres, 28 de febrer del 2024

UNA MIRADA

 


S. Clarós

(per a tu Gina)


Hagués volgut dir-te adéu!

que una mirada fos la darrera paraula

i penetrar la nuesa dels teus ulls

en el silenci del comiat.

Volia dir-te adéu, i no em surten les paraules.


febrer de 2024

dimarts, 13 de febrer del 2024

A proposit dels tractors





S. Clarós 


Una llarga fila de tractors de la marca canadenca Massey-Ferguson ocupen les vores de l’avinguda Icària del barri del Poblenou de Barcelona. Som a la darreria dels anys seixanta. La tractorada estàtica sortida de la barcelonina fàbrica Motor Ibérica va deixar empremta a la retina del nen que agafat a la ma de la mare passejava tots els dissabtes cap a la fàbrica on l’avi destil·lava licors. Els tractors -més tard de la marca Ebro- explicaven el progrés industrial que amb la ma d’obra emigrada dels camps castellans, andalusos i extremenys, omplia les fàbriques del cinturó industrial de Barcelona. Hereva de la mítica Ford, Motor Ibérica proveïa la pagesia de camions, tractors i furgonetes. La mecanització del camp, junt amb la incorporació d’agroquímics i fertilitzants industrials, va multiplicar la productivitat reduint extraordinàriament els costos, alhora que deixava els agricultors sense feina alimentant un bucle pervers de migracions massives que buidaven el camp i massificaven les ciutats. L’empremta d’aquells esquelets amb rodes gegantines a la retina de l’infant resignifica un mosaic fet de fragments de carreteres, vinyes, camps de blat, i polígons industrials a les comarques metropolitanes, que ara veuen de nou la fluència del tractor com a signe d’un malestar.

Alt Penedès, tardor de 2023. Un paisatge de bosc tacat de vinyes copa turons i planures a a la ribera alta del Foix. El paisatge és d’una naturalesa humanitzada en equilibri només aparent. El silenci, destorbat pel rondineig d’un tractor llunyà enmig de la vinya, invita al passeig cap el tard quan el camp exhibeix tots els matisos d’una policromia de tardor. El pagès m’ha vist i es fa trobadís. Així com m’hi aproximo, treu revolucions al motor fins deixar-lo al ralentí. Ens saludem encara a distància, ell assegut sobre el sexagenari Barreiros de color vermell. No paro el motor, diu, perquè costa engegar-lo. I jo penso que és un miracle que encara funcioni aquella andròmina més pròpia d’un museu. El motor té les camises ratllades per la pols del camp. Ja no hi ha recanvis, així que haig de polvoritzar benzina al filtre de l’aire perquè es posi en marxa, i els temps tampoc estan per invertir en un de nou, m’etziba així tot de cop sense pauses, aixecant la veu per sobre el llindar decibèlic del motor. Entre que no plou i la moda ecològica, que quasi no ens deixen sulfatar, la cosa no dona per gaire més, conclou. Quedo un xic aclaparat per l’andanada que interpreto a parts iguals entre la reivindicació i les ganes de buidar el pap després d’hores de silenci a cavall del Barreiros vermell. Els camps que treballa ara ell tot sol -el pare ja és massa gran i ha perdut l’esma- sortiran a subhasta. Són propietat d’una empresa que va fer fallida fa temps, i s’ho ha quedat el banc Santander. No fa gaire van venir uns xinesos a mirar-les però això no val res!, sentencia, sense perdre l’animositat que mai abandona i que em té corprès. M’explica que de les poques hectàrees cultivables entre vinya i hort -la resta fa temps que l’abandó les va convertir en bosc- donen tot just per no perdre diners. Aquella naturalesa tranquil·la i humanitzadora feta de sons, colors i aromes, que componen per mi una bella simfonia espiritual en equilibri aparent, es troba a un pas de l’abisme.

El context del clima social i atmosfèric entre l’Espanya industrialista de mitjans del segle passat i l’actual ha canviat. Els tres anys de sequera extrema que venim patint a Catalunya no proven altra cosa que la dificultat d’admetre una evidència: els pantans inaugurats en temps de la dictadura, la mecanització del camp amb els tractors fabricats a Barcelona i, ja posteriorment, la mega infraestructura hidràulica del canal Segarra-Garriques per regar setanta-mil hectàrees dels camps més eixuts de les comarques de Lleida, o la desbordant cabana ramadera en explotacions intensives que recorre la C25 -com descrivia fa uns dies el Sense Ficció de TV3- han canviat alguns paisatges. Una Catalunya més verda, més blava i més gris: grans extensions de conreu d’enciams on abans hi havia vinya o cereal, camps de golf, piscines, hotels i un litoral hiperurbanitzat, que demanda una aigua que no tenim perquè l’espectacular creixement demogràfic ha quasi doblat la població els darrers cinquanta anys. El canvi no és només climàtic sinó sobretot cultural. La paraula cultura ve de cultiu. Hem deixat de cultivar la terra per cultivar els excedents econòmics de la tecnologia, ignorant-ne el seu origen. La terra sempre és l’origen i el destí. Tractors a l’autopista, urbanitzacions enmig del bosc, turistes amb xancletes a la Sagrada Família..., són fragments desendreçats que ara es recomponen en l’eclecticisme propi de la descontextualització.

Conscient que les raons i desraons de la pagesia que es manifesta aquests dies arreu de la geografia mereix més que un articulet escrit pràcticament a raig a partir de l’excitació del moment, retorno mentalment al missatge d’un pagès amb el cul escalfat per un vell tractor ranquejant: «Això no val res!». El clam és un avis avui embarcat en processó de tractors que avisa que tenim el motor gripat pel cofoisme cosmopolita i abstret de l’evidència que alguna cosa no rutlla quan les inevitables polítiques ecològiques posen la corda al coll a un sector primari ja escanyat. De nou la tecnologia, aquella modernitat de rodes gegantines que va il·luminar la mirada d’un l’infant, ens pot salvar de l’abisme si sabem recompondre els fragments en el nou context que no és altre que entendre que camp i ciutat no són pols antagònics sinó nodes d’una economia que ha de ser circular.



dimarts, 6 de febrer del 2024

Sequera

 


S. Clarós

Des de que he començat a escriure aquest article, he esborrat diverses vegades les dues primeres línies. Quan saps que les primeres ratlles funcionen, pots continuar amb la certesa que la feina arribarà a bon port encara que desconeguis el desenllaç. Els rengles següents ja són pura emoció entre l’indestructible confiança i l’expectant sorpresa d’unes paraules que es van trenant amb ordre a la cerca de sentit. Mentre escrius, pren cada cop més importància no allò que dius sinó el que queda per dir. Codificar les paraules i l’ordre en que aquestes van teixint un missatge ja no respon a la voluntat sinó a una misteriosa atropellada seqüència de pulsacions que brolla no dels dits sinó del desig de l’ànima que busca penetrar en el lector.  

Estic espès, i no em trec del cap una musiqueta tènue però estrident que traspassa la finestra. Decideixo sortir al balcó per esbrinar-ne l’origen. En obrir la porta em colpeja com ona de xoc una pujada de decibels procedent del pati de l’escola del davant que està de carnestoltes. Mai he entès que per celebrar faci falta excitar tant els timpans propis i aliens. Constato, no obstant, que només em passa a mi i a algun tímid que, com jo, la introspecció ens expulsa de festes i llocs concorreguts amb molt soroll. Escapant de l’estrèpit, fixo la mirada en un arbre al mig de la placeta davant de l’escola, que té el brancam sec. Al ser un exemplar tant alt i gros de fulla perenne -no en sé el nom- hauria d’exhibir una certa verdor que no té. Anys enrere, n’hi havia quatre o cinc més d’igual naturalesa però es van anar substituint per una altra espècie caducifòlia tan aviat morien o els tombava una ventada. Ara només queda aquest, i em pregunto si sobreviurà. Abstret definitivament del primer pla de l’orgia acústica, i mentre va fluint la conversa amb el més fidel interlocutor -jo mateix- dirigeixo la vista cap a l’únic gerani supervivent del balcó, que sorprèn per la ufanosa verdor. Primer èxit de la tarda, em dic. Aquesta varietat té les fulles més petites i abundants a diferència del gerani més corrent a Barcelona, que és atacat per l’arna, un insecte que devora la planta. Aquest és l’únic gerani verd i viu que abasta la meva mirada, constato fent un tràveling junt a la barana examinant la resta de balcons.  

Un impuls reflex, inconscient, em redirigeix la mirada a l’ampolla que faig servir habitualment per regar, que es troba dins d’una galleda junt amb algun estri de jardineria a un racó al costat de la barana. Vés a saber quin estímul condicionat o pitjor, quin mecanisme inconscient d’autodefensa en hores baixes, m’ha suggerit regar la planta, i de retruc preservar la meva pobra autoestima que potser no suportaria més devastació al balcó de casa. Em pregunto si l’he de regar desobeint la instrucció d’estalviar aigua. Em vull auto-convèncer que els geranis a l’hivern s’han de regar poc. Penso que a la propera dutxa recolliré els primers litres d’aigua freda en una galleda que guardaré per regar quan toqui. Ara em pregunto si aquest autorrequeriment respon a una obsessió de minimalisme vital i d’autosuficiència que reconec m’ha aïllat socialment sobretot en cercles familiars. La mare, que va passar gana a la postguerra, em feia acabar sempre tot el menjar del plat, i jo em preguntava en silenci si no era millor llençar unes restes misèrrimes que no em venien de gust, que empassar-me-les de mala gana per l’imperatiu irracional d’escurar el plat fins treure-li lluentor. Quan el teu interlocutor, la major part del temps ets tu mateix, no et reprimeixes a fer preguntes. Les respostes són sempre insuficients i no del tot convincents.  

Torno a seure davant el teclat. Ho provo de nou, i el cap se me’n va ara a la Franja de Gaza. No hi he estat mai. Tampoc a Israel. Em venen les imatges televisives del genocidi. Em pregunto com en aquella regió de la Mediterrània més seca que Catalunya es proveeixen d’aigua potable. Tenen dessalinitzadores? Si les tenien, ara deuen estar inutilitzades per la barbàrie de la guerra. Penso que si continua sense ploure caldrà decretar la situació d’emergència extrema. A Gaza hi estan permanentment. Em pregunto si la falta de pluja no només asseca rius i pantans sinó també l’ànima de les persones. Jo mateix sóc víctima d’un temor inconscient a l’existència, que no necessita morts per experimentar el buit interior i l’amenaça del món. 

La gravetat d’una sequera s’expressa en si mateixa. Sense aigua no hi ha vida. Una gravetat extrapolable a afeccions morals com el malestar que em té corsecat. La sequera, sigui física o moral, contradiu el somni de benestar que crèiem governar. He dubtat si posar directament felicitat enlloc de benestar. Benestar és l’eufemisme que rebaixa la càrrega subjectiva que tant espanta a la raó. El concepte felicitat, encara que és el que realment abasta la diferència entre satisfacció i dolor, no és gaire ben vist -ho vaig sentir fa pocs dies d’un docte tertulià radiofònic- per la dificultat de mesurar directament l’intangible. La raó i, per extensió, la societat moderna, prefereix conceptes directa i empíricament mesurables com benestar. La felicitat a vegades és un gerani a la finestra. O és imaginar un poble sota l’aigua del que, com l'iceberg, només veus la punta del campanar. 

Escric a pesar de l'espesseïment que m’aclapara perquè la timidesa em reclou rere un teclat on, lluny del soroll, penso en tu. Només si penso i no deixo de pensar en el destinatari, aquestes paraules prenen vida i sentit, i el meu diàleg permanent no és introspecció sinó la innocencia d’un pacte ocult que em salva de l’aïllament. El genocidi, la guerra i la pluja punyetera que no cau han encès l’emergència extrema d’una ànima que resisteix esperant que torni a ploure. 

dimecres, 20 de desembre del 2023

Revolució pendent

 



S. Clarós

En els propers mesos, a Catalunya estarem en situació demergència per falta d’aigua, el recurs més bàsic, junt amb l’energia, i essencial per a la vida. La sequera, consubstancial al canvi climàtic, porta a actuar sense que haguem integrat la consciència de «límit» al nostre marc social, econòmic i mental. La consciència col·lectiva és una força d’inèrcia colossal que cohesiona les societats per resistir l’inesperat al preu, això si, de limitar o retardar un canvi inevitable. És un blindatge cultural de coneixements i expectatives conreades en un determinat entorn social, econòmic i tecnològic. La cultura d’unes classes mitjanes consumidores, que l’economista John Kennet Galbraith definia fa unes dècades com una «societat de satisfets», justifica l’aspiració de tenir i gaudir com el producte del seu esforç, la seva intel·ligència i virtut personal, amb independència d’altres condicions d’equitat i de sostenibilitat ambiental. No sembla que tot i l’evidència de la crisi ecològica estiguem canviant conductes de consum perquè pesa encara emocionalment el sentiment de pèrdua i d’inseguretat al abandonar un benestar construït des de la cultura del «sense límit», del creixement indefinit.

Per viure en un món amb menys aigua, menys energia i amb una població creixent que demanda cada cop més recursos és imprescindible un recanvi cultural que fixi noves expectatives de vida realistes emmotllades als tant esbombats però poc respectats objectius de desenvolupament sostenible, sense el qual no superarem les tensions i conflictes socials de disputa del territori i dels recursos, inclosa també la frenètica brega política d’alguns essencialismes: nacionalismes, negacionismes, racismes, i altres, que es proposen ara com la solució màgica al desori.

Catalunya no es aliena a la crispació i confrontació permanent. Observem a diari el solc indeleble duna consciència social que no renuncia al benestar, i es rebel·la davant el temor de pèrdua o retrocés d’una imposició de mesures com les zones de baixes emissions, o l’impacte paisatgístic de  parcs eòlics i fotovoltaics, o les crides a l’austeritat i el canvi d’hàbits de consum. La protesta lògicament s’adreça als poders. A aquells que poden decidir. És a ells a qui s’atribueix la promesa d’una Catalunya harmoniosa i voluntariosa que havia de proveir benestar per a tothom. Aquell progrés no tenia base material per ser satisfet sense un préstec intergeneracional de recursos. Aquella ambició no era solidaria amb les generacions futures que ara es veuen desposseïdes. Aquella promesa frustrada de progrés és la font d’on brolla el malestar que expressen gràficament els joves que ataquen obres d’art considerant-les impúdica exhibició il·lustrada d’un botí robat a la història.

Els límits del planeta són també els límits de les persones. La civilització contemporània ha creat una consciència de globalitat que ens extralimita de l’espai humanament abastable, al preu de consumir uns recursos fòssils que deixaran d’estar disponibles per sempre més. La revolució digital ha creat una cultura de la immediatesa, comprimint el temps del desig. La gratificació constant i instantània retribuïda per lunivers inabastable de coneixement, la possessió de «contactes» més que d’afectes, segresta el plaer i el gaudi del temps de la relació interpersonal i amb l’entorn. El reconeixement, el «like» en l’ús compulsiu de les xarxes socials que tots fem, és la confirmació d’existir i a la vegada de ser acceptat. Així de simple, l’emoticona suplanta una mirada, una abraçada o un petó que requeriria temps de contemplació, descolta i dafecte. La xarxa social és la brúixola que fixa coordenades i orienta.

El Petit príncep de Saint-Exupéry ve dun planeta molt petit i limitat amb recursos escassos on la plenitud se circumscriu a la contemplació de les postes de sol i la cura d’una única flor a qui ha fet una promesa d’amor etern. La força d’aquella promesa i la cura de les coses que conté aquell petit món dona sentit a la vida. I tanmateix, en el nostre planeta limitat, que ha esdevingut petit, l’únic recurs infinit és el compromís. La promesa que et lliga amorosament a la teva flor i a lentorn, sense la qual deixaria de tenir sentit la teva existència. L’absència de compromís amb el planeta i amb la pròpia espècie arrossega la civilització al col·lapse, no només planetari sinó també al sense sentit.

És colpidor veure, a vista d’ocell, com moren els arbres dels nostres boscos. Segons el Departament d’Acció Climàtica, un de cada deu arbres desapareixerà perquè davant la reducció de precipitació la natura fa la seva feina sacrificant una part en benefici de la resta. Ens podem deixar atrapar per l’enuig i el malestar per impacte emocional de pèrdua de les geleres del Pirineu, els boscos meridionals mediterranis, la reducció d’aiguamolls i deltes, la transformació en definitiva dels ecosistemes mediterranis per efecte del canvi climàtic, si veiem l’acció política només com una acció de rescat al ciutadà davant l’emergència social. Podem fins i tot discrepar de les mesures preses pels governs, que veiem com a cures pal·liatives a la condemna ecosistèmica que ens hem infligit. Però podem veure la política com a projecte col·lectiu de canvi social cap a una nova cultura de transició. La cultura del «tenir cura de» la natura, de les institucions i les organitzacions socials, del saber, de nosaltres mateixos... Tornant al Petit príncep, «...la meva flor... en sóc responsable! I és tan dèbil! I és tan ingènua». Som responsables del nostre planeta. Tenir-ne cura és la nova revolució.


dijous, 5 d’octubre del 2023

Amnistía

 


S. Clarós

Hace justo un año, cuando el enfrentamiento entre los socios de coalición llevó a Junts per Catalunya a salir del Gobierno de la Generalitat, se me antojó que era el fin de aquel episodio que se había iniciado con la polarización soberanista del procés. Que se revertía el proceso a través del cual los astros catalanes, atrapados por un campo de fuerzas emocional, dejaron de girar según la newtoniana lógica de clase para hacerlo alrededor de un nuevo eje cuántico soberanista. La nueva órbita cambió lógicas y mayorías parlamentarias hasta su colisión en la fallida declaración de independencia. Con la crisis del gobierno de la Generalitat de octubre de 2022, el nuevo campo de fuerzas del independentismo sucumbía por fin ante un argumento de calibre superior: el conflicto social de clase que nunca dejó de estar ahí, y otro más débil: el enfrentamiento partidista que venía desgastando y desacreditando el orden gravitacional de la política catalana. Permanecían, sin embargo, tras la colisión y ruptura del Gobierno, algunos fragmentos del contexto orbital que, cual cometas, nos visitan a menudo para el deleite de soñadores.

En el momento actual ha remitido la gravedad del contexto catalán, y la sombra de sus amenazas, aun siendo del calado de la crisis climática, la sequía y los síntomas de desaceleración de la economía, entre otros, ante una guerra en la frontera de Europa que se alarga. Tras las elecciones del 23J y la fallida investidura de la derecha rampante, o la “derechona” como diría Francisco Umbral, un aire de alivio barre la Península con el deseo de un otoño más húmedo a la espera de la investidura de Pedro Sánchez y posterior reedición del gobierno progresista. La llave para que ocurra, en la España dividida casi a mitades donde desempatan y deciden los escaños nacionalistas y regionalistas, es un acuerdo a varias bandas con la condición de iniciar un proceso que lleve a resolver el problema de la estructura territorial del Estado. El independentismo catalán exige además una amnistía para los procesados en los hechos de octubre de 2017.

Los de mi generación asociamos amnistía a reconciliación. En el recuerdo permanece indeleble aquel clamor popular “Llibertat, amnistia i estatut d’autonomia” que era el principio fundacional de la Assemblea de Catalunya. Aquello se saldó con una Constitución que dio lugar al estado democrático de las autonomías, bajo delicados equilibrios entre las fuerzas políticas, el hervor de la calle y la vigilancia tensa en los cuarteles. La apelación a la convivencia era patria común de una mayoría cuya primacía fue la transición hacia un estado democrático rehuyendo el conflicto civil y dejando atrás 40 años de dictadura.

Si pronunciar la palabra amnistía causa revuelo, ahora que los ecos del 15M de 2011 que daban por superado el “régimen del 78” suenan cada vez más lejanos y las izquierdas espumeantes emergidas de las efervescentes plazas sedimentan y solidifican el corpus político, es por la latencia de un conflicto aun no resuelto. La intolerancia y la cerrazón, incluso el odio remanente se ha ido ensimismando entorno a la extrema derecha populista que aquí, como en otros lugares de Europa, desplaza el centro de gravedad del conservadurismo hacia extremos fascistoides. En cualquier caso, observamos como el nacionalismo español se crece en la medida que la reivindicación independentista se hace consistente, y viceversa. El “a por ellos” define perfectamente la esencia populista: “nosotros” contra “ellos”. O sea, la necesaria fractura del espacio político, que es la única forma bajo la que sobrevive el populismo. No esperemos acercamiento por ese lado.  

La amnistía no pretende resolver el conflicto. Como dicen los líderes independentistas, solo es el principio porque su cometido es otro. Es la condición necesaria para una reconciliación que transforme el enemigo en adversario, sin la cual no es posible la democracia. Entonces, hay que entender la amnistía desde el acuerdo y el compromiso de quienes se proponen redefinir el marco territorial desbordado por el sentir y la aspiración de los territorios y nacionalidades, y precisa en consecuencia una enmienda al actual Estado de las Autonomías. Amnistiar es dejar sin efecto actos y sus consecuencias jurídicas que fueron cometidos ante aquella insuficiencia. Ante la incapacidad del Estado para dar cumplimiento al sentir popular.

¿Cuál será el siguiente paso? No todos los problemas se resuelven votando. Algunos exigen algo diferente a lo que se consigue cuando una votación configura una mayoría. Daniel Innerarity dice con relación a la petición de referéndum que: “no se trata tanto de votar como de construir este tipo de voluntad popular que se fracturaría si se tuviera que votar, o sea, una victoria de unos contra otros. Hay cuestiones que se pueden resolver simplemente contando los votos, pero otras para las cuales hace falta un acuerdo más amplio, o sea, una voluntad política más integradora”. Para ello hay que alcanzar un nuevo acuerdo o contrato social entre los territorios y naciones que establezca un nuevo marco de relación y convivencia.

Si se me permite una excursión al origen etimológico, señalaría la diferencia entre escoger o elegir y refrendar. Un referéndum debe servir para confirmar con el voto popular directo una decisión, una ley. En consecuencia, se lleva a referéndum algo que está maduro para que lo sancione o no el pueblo. No es el caso de la independencia de Catalunya, donde la opinión está dividida al menos a mitades. Donde no hay acuerdo, no ya entre catalanes y españoles sino entre los mismos catalanes. El acuerdo para un nuevo marco de encaje de la nación catalana en la Constitución debe ser construido sobre esa voluntad política más integradora a la que se refiere Innerarity. Un logro perfectamente posible si se aborda desde la voluntad de reconciliación, la generosidad y la determinación, como se ha señalado desde los partidos de la coalición de gobierno. 


divendres, 29 de setembre del 2023

Mercat immobiliari, treball i entorns digitals

 



S. Clarós

 

La transició a una economia digital està canviant, i cada cop ho farà més, la forma de produir, de treballar, de consumir... Un canvi de sentit comú que té també una derivada en la reconfiguració de l’espai urbà i, en conseqüència, del sòl productiu i del mercat immobiliari. Recentment s’han publicat opinions que posen en qüestió la utilitat de tantes oficines en l’àmbit urbanístic del 22@, atès que el teletreball les farà innecessàries. El motiu, o l’excusa, és que certament hi ha en aquests moments una oferta de metres quadrats productius vacants. Sense entrar en les circumstàncies conjunturals que poden condicionar el desajust en el mercat immobiliari, hi ha unes tendències més estructurals que em porten a pensar el contrari.

 

Es ve observant a ciutats com Barcelona que la mobilitat sostenible condiciona la distribució de l’espai urbà. L’estil de vida de les economies digitals i sostenibles redefineix també el concepte d’habitatge, comerç, equipament, transport, etc. La tendència és a flexibilitzar els usos del sòl i la formalització dels espais. Els habitatges, per exemple, hauran de tenir espai i instal·lacions per al teletreball, i adaptar-se a nuclis familiars més petits que antany, o inclús a llars compartides per diverses persones. També la forma de tinença evoluciona cap al lloguer perquè la mobilitat i la temporalitat laboral, a diferencia del model «una feina per tota la vida», és ara una variable a tenir en compte. A Barcelona s’ha incomprès a vegades l’anomenat urbanisme tàctic, que assaja altres distribucions de l’espai per donar resposta a noves necessitats com carrils bici o zones de jocs infantils, o per autoritzar activitats o usos efímers com un hort urbà o una fira comercial mentre no s’urbanitza una parcel·la o solar. L’eix verd del carrer Consell de Cent de Barcelona és un espoiler de la ciutat que ve.

 

Un dels impactes més visuals en els darrers temps és la bicicleta i altres mitjans de mobilitat personal que interroga a les ciutats, no només per la necessitat de carrils bici sinó també d’aparcament a l’interior dels edificis o un lloc en el transport públic. Alstom i CAF ja redissenyen vagons de metro i tren perquè la intermodalitat bici-ferrocarril ha vingut per quedar-se. La transició és un moment de canvi, a vegades de divagació, d’assaig, però de canvi.

 

Els espais productius són sens dubte dels més sotmesos a canvis. Si la indústria del passat segle requeria grans aglomeracions de la força de treball (la fàbrica), i zones productives segregades (el polígon industrial), era perquè la producció requeria presencialitat i simultaneïtat, amb horaris i mètodes, així com també ubicacions apartades dels nuclis urbans. El gran canvi de paradigma del món digital és que fa més ús del ciberespai que del sòl. En l’empresa digital la força laboral està més dispersa en el territori però més connectada. També la producció està més dirigida a la creació de serveis. Per exemple produir aplicacions de treball en el núvol enlloc de fabricació de discs durs per emmagatzemar informació de forma local. Tot és indústria perquè tant el soft com el hard es necessiten mútuament. L’un no funcionaria sense l’altre. Igual passa amb les motocicletes urbanes compartides, que precisen de l’aplicació mòbil, però el resultat és menys gent fabricant motocicletes i més gent gestionant aplicacions i serveis. En conseqüència, més necessitat d’oficines urbanes en espais potser de treball compartit i de proximitat que naus industrials allunyades de la ciutat. El treball en la era digital torna a la ciutat, on va néixer fa dos segles. El retorn reafirma el model de la «ciutat dels 15 minuts», que aproxima residencia i lloc de treball, que redueix les emissions del transport, que augmenta el benestar i atrau els treballadors a entorns urbans de qualitat. El mercat immobiliari té cada cop més demanda d’edificis orientats a la relació i el benestar de les persones per atraure la presencialitat. Hi ha també una tendència a descentralitzar el treball de les grans seus corporatives a petites oficines fins i tot compartides (coworking), on els empleats redueixen els desplaçaments a la feina i poden treballar inclús en el propi municipi. Al districte 22@, la major part de la nova oferta immobiliària és ja d’oficines de lloguer amb espais compartits i en alguns cassos amb proveïment de serveis empresarials.

 

Una altra variable de canvi és la relació entre espai de treball i productivitat. No poques empreses, passada la pandèmia, estan cridant els treballadors a tornar al centre de treball, si bé no tota la jornada setmanal, si almenys una part. Creuen que el rendiment augmenta amb la presencialitat. Això és discutible, pot dependre del tipus de feina. No obstant és cert que en l’economia digital, sobretot en feines on el talent i el treball d’equip és una component destacada, la productivitat creix amb la comunicació i el contacte humà presencial. Al 22@ ja hi ha oferta d’oficines pensades per a l’empresa digital, que tenen grans superfícies vidriades amb llum natural, terrasses i espais de lleure, a vegades fins i tot serveis de piscina o gimnàs, per fomentar la relació i la interacció i el benestar de les persones treballadores. També són edificis amb certificació d’eficiència energètica i baixes emissions. Aquests entorns laborals contrasten amb l’existència simultàniament d’edificis, per exemple de call center, on treballadors amb baixa qualificació i precàries condicions laborals estan apinyats i sense cap mena de confort. Les oficines centrals de l’empresa Glovo al 22@ són el paradigma del contrast entre la modernitat, gairebé el luxós espai de treball de la plantilla de programadors, i d’altra banda la precarietat i l’explotació laboral del Riders al carrer. La diferent vara de mesurar posa en qüestió si la voluntat darrera de l’empresari és el benestar dels treballadors o una altra cosa.

 

Una altra tendència és a integrar antics polígons industrials als seus nuclis urbans, promovent l’enriquiment dels usos del sòl, incorporant edificació vertical i serveis, inclús habitatge. Hi ha un nombre important d’aquests polígons a l’entorn de ciutats metropolitanes. A l’eix del baix Besòs per exemple, els polígons del Bon Pastor, la Verneda, Sant Adrià i Badalona, són zones d’activitat econòmica que estan cridats a una modernització i integració sense perdre però capacitat productiva i de subministrament de serveis i logística a l’entorn metropolità. L’entorn metropolità facilita, per la seva centralitat, la cooperació entre diversos agents ja siguin empreses, universitats, centres de recerca, administracions, entitats socials... creant els anomenats ecosistemes d’innovació on s’incuben startups, i projectes empresarials i socials d’avantguarda.

 

Per resumir i concloure, si bé és cert que hi ha un desajust entre oferta i demanda d’oficines al 22@ i altres entorns metropolitans, també és cert que la tendència que marca l’actual transició digital i ecològica és a reubicar activitats cada cop més a prop de la vida urbana. Les servituds que té la mobilitat laboral en la qualitat de vida de les persones i en el medi ambient és una raó de pes. També que l’economia digital proporciona major flexibilitat en la radicació de les activitats que no són de gran manufactura. Sense perdre de vista però que a Catalunya, sobretot en l’entorn metropolità, tenim un problema de manca de sòl industrial de gran format que pugui atraure activitats de manufactures avançades com panells fotovoltaics, bateries elèctriques, microxips, biomaterials, entre altres, sense les quals tampoc creixeran les activitats auxiliars per omplir oficines al 22@. També tenim un repte per unir a la xarxa de ferrocarril els grans pols logístics i industrials del país. I finalment, hi ha un dèficit clamorós de capacitat de generació d’energia renovable per fer funcionar la indústria lliure d’emissions. Barcelona és una ciutat densa, de les més denses perquè hi viu molta gent en poc territori. Seria desitjable que el que creixi a la ciutat, si encara es pot créixer, sigui el sòl productiu i no el sòl residencial. M’atreviria a dir que si alguna requalificació s’ha de fer serà en aquesta direcció i no la contraria.

El més llegit